¡Saludos, gente! Bienvenidos una vez más a Encontronamientos.
Cuando tengo clase hasta la hora de comer, suelo quedarme en la Pizzería Ágora, dentro del recinto de la UJI. No es mal sitio para llenar el estómago: tiene ternera asturiana como principal ingrediente y el arroz a la cubana está genial. Sin embargo, no he venido a desglosaros las delicias de su cocina, sino a hablar de ciertos individuos que estuvieron allí el pasado jueves.
Como de costumbre, El gato agrio y yo entramos en la pizzería y nos chocó bastante la visión que se nos presentó allí: Por todo el lugar, había alrededor de 30 personas vestidas de una manera antigua y extraña. Había tanto hombres como mujeres; los hombres llevaban boina, chaleco de pastor y pequeñas faldas sobre unos pantalones parecidos a calzas gruesas, mientras que las mujeres llevaban vestidos blancos con la cabeza cubierta, en apariencia similar al hábito de una monja. Parecían haber viajado en el tiempo desde el siglo XVIII.
Además, hablaban una lengua que no pude reconocer al principio, lo que aumentaba la impresión de que se trataba de viajeros del tiempo extraviados en la UJI. Al cabo de un rato, pude entender algunas palabras y concluí que hablaban italiano. Pude confirmarlo cuando uno de ellos exclamó a una chica: "¡Te quiero, guapa!" con un acento más que reconocible. Sin duda, eran italianos de pura cepa.
Cuando terminaron de comer, se levantaron y empezaron a irse, momento en el que pude ver durante un segundo una chapa en su cuello en la que ponía "Cerdenya". De repente, sin previo aviso, pararon frente a la puerta, antes de abandonar el local, hablaron un poco entre ellos y obsequiaron al restaurante con una canción. ¡Se trataba de un coro! Sin dilación, saqué el móvil y empecé a grabar. Y esto es lo que grabé.
Cuando tengo clase hasta la hora de comer, suelo quedarme en la Pizzería Ágora, dentro del recinto de la UJI. No es mal sitio para llenar el estómago: tiene ternera asturiana como principal ingrediente y el arroz a la cubana está genial. Sin embargo, no he venido a desglosaros las delicias de su cocina, sino a hablar de ciertos individuos que estuvieron allí el pasado jueves.
Como de costumbre, El gato agrio y yo entramos en la pizzería y nos chocó bastante la visión que se nos presentó allí: Por todo el lugar, había alrededor de 30 personas vestidas de una manera antigua y extraña. Había tanto hombres como mujeres; los hombres llevaban boina, chaleco de pastor y pequeñas faldas sobre unos pantalones parecidos a calzas gruesas, mientras que las mujeres llevaban vestidos blancos con la cabeza cubierta, en apariencia similar al hábito de una monja. Parecían haber viajado en el tiempo desde el siglo XVIII.
Además, hablaban una lengua que no pude reconocer al principio, lo que aumentaba la impresión de que se trataba de viajeros del tiempo extraviados en la UJI. Al cabo de un rato, pude entender algunas palabras y concluí que hablaban italiano. Pude confirmarlo cuando uno de ellos exclamó a una chica: "¡Te quiero, guapa!" con un acento más que reconocible. Sin duda, eran italianos de pura cepa.
Cuando terminaron de comer, se levantaron y empezaron a irse, momento en el que pude ver durante un segundo una chapa en su cuello en la que ponía "Cerdenya". De repente, sin previo aviso, pararon frente a la puerta, antes de abandonar el local, hablaron un poco entre ellos y obsequiaron al restaurante con una canción. ¡Se trataba de un coro! Sin dilación, saqué el móvil y empecé a grabar. Y esto es lo que grabé.
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