domingo, 16 de marzo de 2014

EL LIBRO AZUL - Serko Hendumaika


El Libro Azul de Serko Hendumaika

 

[Los corchetes indican el nombre del jugador en el foro o notas sobre el roleo]

 

Serko Hendumaika, Hermano de la Llama de Kossuth, a fecha del decimocuarto día de septiembre.

 

Escribo estas palabras desde la puerta oriental de la ciudad de Aguas Profundas, que permanece cerrada mientras una cruenta batalla se desarrolla al otro lado, en el interior. Con las puertas cerradas, mi gremio y yo solamente podemos esperar. Paradójicamente, la razón de que nos encontremos fuera de la ciudad es precisamente que acabamos de abrir las puertas, aunque sean las del Infierno.

 

Empezaré por el principio...

 

Esta mañana descubrí que padezco la enfermedad que llaman del bajo mar, una enfermedad que me mataría antes del final del día, y que sigo sin entender cómo me contagié si únicamente yací con mi esposa, Aria, antes de que mi Señora Siegrid [Katra], el Fuego Más Devoto de Kossuth, la purificara y la alzase de nuevo como no-muerta. De todas formas, decidí no arriesgarme e informé a mi gremio cuanto antes para poder hallar entre todos una cura.

 

La Llama Expiadora tenía muchos otros asuntos que tratar en el día de hoy, pero pudimos hacer sitio a mi problema en nuestra apretada agenda. Hoy se celebraría la elección de los nuevos miembros del Consejo de la ciudad, y hoy sería el día en que nuestro nuevo apagado, el tiflin Khairom, participaría en la ceremonia del Caminafuegos y pasaría a formar parte de la Iglesia. Además, hoy había más bullicio en la ciudad que de costumbre, y tanto miembros de la guardia como de otros gremios visitaban por el templo a menudo.

 

Aparentemente, corría el rumor de que nuestra Iglesia había estado quemando ciudadanos, por lo que la guardia había empezado a vigilarnos. En varias ocasiones, recibí en las puertas a Thoros de Tyr, junto con otros miembros de la guardia, para pedir explicaciones. Desmentí los rumores, aseguré que no teníamos nada que ocultar e incluso les permití hacer un registro del templo, donde, por supuesto, no hallaron nada. Sin embargo, los rumores cada vez eran más numerosos y más molestos, y acabamos descubriendo que era Alexandros, líder de los Dragones Negros, quien los difundía. La enemistad entre nuestros gremios no tardó en explotar. Por un lado, Khairon tenía asuntos pendientes con Alexandros. Por otro lado, yo necesitaba información que él me podría proporcionar de primera mano sobre lo ocurrido en Aguas Fuertes, pero no estaba dispuesto a permitir que la reputación de nuestra Iglesia decayera por su culpa.

 

No hubo hostilidades entre nuestros gremios de forma abierta, pero fuera de la ciudad nos encapuchamos e intentamos asaltarlos, aunque tuvimos que retirarnos. [Nota para másteres: aunque los Dragones Negros rolearon bien en general, sospechamos que aquí hubo un poco de meta-gaming, porque de ahí en adelante justificaron su odio hacia nosotros con que les habíamos atacado, aunque íbamos encapuchados y teóricamente no podían reconocernos.] Más tarde, cuando tuve un momento en que ninguno de mis compañeros de gremio se encontraba cerca, fui a hacerle una visita a Alexandros y conversamos por las calles de la ciudad. Me contó cómo había sido la muerte de mi hermano Rusko a manos de Sir Lucian, o al menos su versión, ya que yo conocía la historia de mano de Khairom. Khairom culpaba a Alexandros y Alexandros a su vez culpaba a Khairom por haberle prometido protección a mi hermano y luego abandonarlo a su suerte. Alexandros intentó convencerme de que no había tenido nada que ver pero, aunque así fuera, decidí que ya era tarde. Los rumores que había extendido sobre mi iglesia le convertían en enemigo de nuestros intereses y no volví a dirigirle la palabra.

 

Aunque nuestros enemigos se multiplicaban, también lo hacían nuestros seguidores. El líder de la Fragua Argentea, Gawain Edith, vino a proponernos una alianza. Como herrero, reconocía el poder del fuego de Kossuth como algo indispensable, y se unió a nuestra causa, proporcionándonos apoyo monetario a cambio de protección. La alquimista Eildre también nos ayudó buscando una cura para mi enfermedad y vendiéndonosla a precio de coste. Jamás podré estar lo bastante agradecido, y la colmé de todas las bendiciones de que dispongo. [Nota para másteres: Disfruté mucho roleando con todo este gremio, kudos para ellos.]

 

Más tarde, nuestros aliados de la Fragua Argéntea solicitaron ayuda para deshacerse de dos drows [Mortui y Ealzar], miembros de su gremio, que les causaban problemas. Aceptamos. Ideamos un plan para que Gawain los trajera a lo profundo del bosque, donde los emboscamos y asesinamos. Por desgracia, el goliat Atlas que venía con ellos logró escapar y, según he oído, provocó algunos problemas más adelante. Pero los drows ya no volvieron a molestar. Elevamos una hoguera y purificamos sus cadáveres en un escueto ritual que sirvió como preparación para el Caminafuegos de Khairom. [Nota para másteres: Khairom les dijo off-rol que no quería matarles la ficha porque sería una putada, así que les ofrecimos unirse a nuestro gremio. No recuerdo si aceptaron, pero supongo que no, porque no volví a verlos con nosotros. Supongo que los pusieron como PNJs de combate.]

 

Otro personajillo interesante con el que tuve ocasión de conversar fue Bribón, el bardo bufón [Ceoren]. Se trataba de un sujeto que no me inspiraba nada de confianza, y no dejé de aferrar mi bolsa ni un solo instante que él estuvo cerca. Me reverenciaba mucho, aunque con burla, e intentaba tocar mis joyas en todo momento. Decía que mi collar era precioso y le fascinaba, y repitió en varias ocasiones que me ofrecía información a cambio de él. Le ignoré con todo el respeto que puedo tenerle a un pobre demente.

 

A medida que avanzaba el día y la Iglesia se esforzaba por entablar amistad con los señores de la ciudad y reunir el oro necesario para presentarse al Consejo y así conseguir prestigio y poder, yo me desesperaba por mi enfermedad. Sencillamente, la medicina era demasiado cara. Incluso me planteé visitar a Mirt el prestamista [Sir Lucian], a pesar de su mala reputación y de que un hombre sensato sabe cuándo no debe endeudarse. Por eso, acudí a preguntarle sobre las condiciones de sus préstamos, sin ninguna intención real de recibir uno hasta que no quedara otra opción. Descubrí con sorpresa que uno podía pagarle en favores, y que el favor que mi gremio podía ofrecerle era nuestro voto por él en el Consejo. Le dije que debía pensarlo, aunque no podía hacer algo así de ninguna forma. La lealtad a la Iglesia está por encima de mi vida, y necesitábamos por todos los medios entrar en el Consejo.

 

Cuando al fin reunimos el dinero para tratar mi enfermedad, pude respirar algo más tranquilo y dedicarme a ayudar al gremio con la búsqueda de aliados. Busqué a la dama Brianne Byndraeth y le comuniqué que la Iglesia estaba a su servicio para lo que solicitara [Nota para los másteres: pero a esas alturas ya no había mucho que hacer], así que me encargó reunir información sobre cierto anillo para comprobar si era de confianza. Lamentablemente, cuando descubrí el paradero del anillo ya era demasiado tarde y Piergeiron lo llevaba colgado del cuello.

 

El resto de miembros de la Iglesia tuvo más suerte haciendo amigos, y cuando creímos que teníamos los aliados suficientes en el Consejo, propusimos realizar una misa en nombre de Kossuth a la que toda la ciudad estaría invitada. Realizamos todos los preparativos, pero fue en vano, puesto que los señores ocultos de la cuidad no estaban de acuerdo y nos lo impidieron. Sin duda, alguien se estaba tomando muchas molestias en desprestigiarnos, y sospechamos una vez más de los Dragones Negros.

 

Sin embargo, los Dragones Negros hicieron a continuación algo que nadie se habría esperado: asesinaron al señor Piergeiron en mitad de la ciudad y se dieron a la fuga. Cundieron el caos y la confusión, pero pude ver cómo Khairom salía corriendo detrás de los asesinos, hecho una furia, así que le seguí y avisé a mi Señora Siegrid para que hiciera lo mismo. Le gritamos a Khairom que volviera, que solamente éramos tres y no teníamos posibilidades, pero se giró hacia nosotros durante un segundo y se limitó a sonreír y guiñar un ojo. Después siguió corriendo tras Alexandros. Volví sobre mis talones a la ciudad para avisar a la guardia, pero entre el caos ningún guardia estaba dispuesto a dejar solo al señor de la ciudad para perseguir a nadie. ¡Guardias, el orgullo de la ciudad, sin duda! Cargado de frustración, volví a salir de la ciudad y seguí el rastro de Khairom. No fue difícil, y los hallé en un claro del bosque.

 

Alexandros y sus Dragones Negros se encontraban junto a Mirt el prestamista y, frente a ellos aunque a una distancia prudencial, Khairom recitaba un conjuro que no reconocí. De repente, Alexandros y uno de sus aliados [Reaper] empezaron a atacarse mutuamente mientras Khairom se reía a carcajadas. Cuando parecía que iban a matarse el uno al otro, Mirt el prestamista se interpuso y apuntó a Alexandros con su arma de fuego, murmuró «ya me encargo yo de él» y disparó. Pude ver cómo Alexandros caía muerto. Khairom también lo vio, pero siguió desconfiando. Mirt nos ordenó a todos que nos marcháramos de allí y nos amenazó con disparar si no lo hacíamos. Khairom volvió a la ciudad a regañadientes y no tardó en personarse ante la guardia para comunicarles que Mirt había matado a Alexandros, el asesino del señor de la cuidad, pero que sospechaba que le resucitaría en breve y quizá le cambiaría la apariencia. La guardia de la ciudad se puso alerta, pero ocurrió algo que hizo que nadie prestara atención al regreso de Mirt.

 

Cuando regresamos, toda la ciudad se encontraba en círculo alrededor de unas personas. Me abrí paso a codazos entre la multitud para poder ver qué ocurría y vi a Piergeiron nuevamente de pie, junto con Shar. Aún me encontraba demasiado lejos para saber de qué hablaban, y al acercarme más pude oír cómo Shar retaba a quien tuviera valor para enfrentarse a ella. Rió al ver que nadie se acercaba, pero en ese momento la barda Larissa dio un paso adelante. Yo no había tratado con ella personalmente hasta entonces, pero sabía que tenía una buena relación con nuestro gremio y nos había ayudado en varias ocasiones. Shar hizo como si no la viera al principio, pero como Larissa se plantó justo frente a ella, no tuvo más remedio que hacerle caso. Se burló de su insensatez y, con un chasquido de los dedos, Larissa cayó desplomada al suelo. Después Shar siguió intercambiando algunas palabras con Mirt, pero no presté atención, pues me apresuré a abrirme paso entre la multitud para llegar a un lugar donde pudiera prestar mi auxilio a Larissa sin riesgo. Pude ver cómo le quitaban algunas joyas de la bolsa para dárselas a Shar, pero no me importó. La multitud había empezado a moverse en dirección a Shar, y pasaban peligrosamente cerca de la barda caída, así que me agaché rápidamente, la cogí de los brazos y la arrastré fuera del círculo, sin saber todavía si estaba viva o muerta. Seguía viva, aunque inconsciente. La sané, aunque no tenía heridas visibles, y mi compañera Urith [Skadi Nordsten] hizo lo mismo. Larissa despertó.

 

La ciudad empezó a prepararse para algo que estaba a punto de ocurrir: la reunión del Consejo. Se obligó a los ciudadanos que permanecieran dentro de sus gremios o que abandonaran la ciudad inmediatamente, pero antes Larissa nos pidió a Urith y a mí que la acompañáramos. Así lo hicimos, y nos entregó a cada uno una gema aurora. Justo lo único que nos hacía falta para poder realizar el ritual del Caminafuegos, y el requisito más difícil de cumplimentar. Con todos los materiales listos, los miembros del gremio salimos de la ciudad como alma que llevaba el diablo. Todos excepto Urith, que había pagado para presentarse al Consejo y debía acudir a la reunión que se cernía. Los demás nos adentramos en el bosque y encendimos rápidamente una hoguera mientras empezamos a oír unos gritos a lo lejos, en dirección a la ciudad.

 

Habíamos conseguido lo necesario: cinco auroras, mucha carne, un alquimista, un brujo... y nos dimos cuenta de que no disponíamos de un cadáver de no-muerto, a menos que sacrificáramos a uno de nuestros propios guerreros. Miré a Aria, mi esposa, purificada por la Iglesia y obligada a regresar de entre los muertos. Me susurró que quería acabar con su sufrimiento, con su no-vida, así que la entregué a mi Señora Siegrid para utilizarla en el ritual.

 

El Fuego Más Devoto empezó a recitar las palabras del ritual y esparcieron las auroras y la carne sobre las brasas de la hoguera, donde también entró Khairom para recibir el ritual. Colocaron a mi querida Aria frente al fuego y le cortaron el cuello. Mientras su cadáver caía dentro del fuego, caía yo de rodillas. Sucumbí a las lágrimas y apenas pude ver cómo Khairom caminaba sobre las brasas y el sobre cadáver dos veces muerto de mi esposa, ni cómo una luz roja emanaba del tiflin e iluminaba todo el bosque, ni cómo reescribíamos el ya de por sí incierto futuro de la ciudad cuando la puerta de los Infiernos se abrió a raíz de aquel ritual.

 

Ahora, mi Aria, mi chispa de la pasión descansa por fin en paz. Nosotros regresamos a la ciudad, con más poder del que teníamos. Urith está dentro, en algún lugar, quizá pasando a formar parte del futuro de Aguas Profundas. Quizá no. Y Khairom, al ver que las puertas de Aguas Profundas se alzan cerradas ante nosotros, quiere entrar y planea usar su magia para atravesar la barrera. Si lo hace, no dudaré en seguirle. También puedo volverme insustancial con mi magia. Sea lo que sea lo que hayamos provocado, sea lo que sea lo que nos espere más allá, no pienso quedarme de brazos cruzados y perdérmelo.

 

¿Continuará?

1 comentario:

  1. Explicación: este es el Libro Azul, la historia de mi personaje Serko en el rol en vivo "El despertar de Cyric" (ver entradas anteriores, no seáis vagos). Es obligatorio entregárselo a los másteres para justificar qué se ha hecho durante la partida. La entrada es una copia tal cual la envié, por lo que tiene anotaciones y demás. Quería haberla publicado hace mucho, pero lo fui dejando. Ya sabéis cómo son estas cosas.

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