miércoles, 29 de septiembre de 2010

WoWeces: La venganza de Thrall (I)

Como muchos sabréis, soy un asiduo jugador de World of Warcraft. Pocas de las aventuras que vivo allí alcanzan un matiz de epicidad suficiente como para contarlas a los no iniciados. Sin embargo, el fin de semana pasado, viví una de ellas, así que decidí crear una nueva sección en Las Chancletas de Hermes para hablar de mis correrías por Azeroth.



Hoy contaré la hazaña de cómo la poderosa Horda vengó al Jefe de Guerra Thrall y acabó con tres de los cuatro reyes de la Alianza, su acérrima enemiga.

Era una tarde de domingo del caluroso septiembre. Terminadas mis misiones más urgentes, volví a Orgrimmar, la capital de la Horda, para visitar el banco y la casa de subastas. Apenas había dado dos pasos en la ciudad, cuando oí un grito desgarrador que hendió el aire como una daga.

“¡Compro set de saronita salvaje!”

Y luego, otro grito más desgarrador aún.

“¡Thrall se muere! ¡Están matando a Thrall!”

Como fiel luchador de la Horda, así las riendas de mi montura y corrí a la cámara del Jefe de Guerra para defenderle. No obstante, llegué demasiado tarde. Me uní al grupo de fieros defensores que luchaba contra los invasores de la Alianza y que había luchado a muerte por defender a nuestro líder. Tras eliminar a nuestros enemigos, formamos un círculo alrededor del inerte cuerpo de Thrall. No pasó mucho hasta que alguien exclamó “¡venganza!”, seguido de varios murmullos de aprobación. La sed de sangre se abrió paso en nuestros corazones, haciéndose un hueco junto a la pena por haber perdido a Thrall y, entre gritos de “¡venguemos a Thrall!”, organizamos un numeroso grupo de sanguinarios combatientes, dispuestos a conquistar la ciudad humana de Ventormenta y regresar con la cabeza de su líder.



Cuarenta poderosos soldados partimos hacia el Bosque de Elwynn. Tras un largo viaje, se decidió que no asaltaríamos la ciudad por la entrada principal -más vigilada-, sino que entraríamos por mar, asaltando el puerto sin murallas. Así lo hicimos, y nuestra táctica funcionó, pues encontramos las calles vacías mientras nos abríamos paso hasta el castillo, como una riada atravesando una llanura sin vegetación. Los defensores de la ciudad no se percataron del ataque hasta que alcanzamos las murallas interiores, y aun así, su resistencia fue en vano. Éramos demasiados para que pudieran detener nuestro avance, de manera que llegamos sin bajas hasta la sala del trono del Rey Varian Wrynn.




El monarca humano fue un espléndido combatiente, con una gran vitalidad y un excelente manejo de la espada, pero eso no le sirvió para resistir la acometida de la Horda, y nuestros aceros pronto causaron en él y en sus defensores profundas heridas sangrantes.



Muy poco tiempo pasó antes de que su espada se quebrara y sus rodillas golpearan el marmóreo suelo del castillo. No imploró clemencia, sus ojos no mostraron miedo. En el fondo parecía comprender que su muerte era bien merecida. Nuestra venganza se cumplió cuando uno de nuestros paladines rebanó su cuello. La cabeza del rey cayó al suelo haciendo un ruido sordo.




[I] [II] [III]

A continuación, "El dedo en la daga", una sub-sección dentro de la sección "WoWeces".

En esta sub-sección mostraré imágenes divertidas de World of Warcraft. El buen pícaro siempre está preparado para todo, incluso para tomar fotografías.

Hoy os mostraré un kodo con el cuerno clavado en un zepelín. ¡Saludos!

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