jueves, 27 de enero de 2011

WoWeces: Gallium



Mis piernas flaquean y caigo de rodillas. Soy incapaz de creer lo que acabo de presenciar, lo que todos hemos presenciado. Un gran charco de sangre empieza a expandirse por la estilizada alfombra tejida con runas y piel de centauro. Por todas partes, espadas quebradas y hahas melladas. Muchos de los presenten lloran ante el destrozado cadáver, tan desfigurado que únicamente los andrajos de su tabardo lo identifican como el Jefe de Guerra, Thrall.

Hacía apenas un par de horas, Thrall aún vivía. Hacía apenas un par de horas, la ciudad de Orgrimmar bullía de vida y alegría por la reciente victoria contra la Alianza. En un par de semanas, no habíamos sabido nada acerca de nuestros enemigos, y Orgrimmar había vuelto a la normalidad. Ya nadie hablaba sobre la guerra en las calles, y la calle mayor estaba a rebosar de gente comprando bienes para el Festival del Solsticio de Invierno, que estaba al caer. Yo me encontraba en la plaza, regateando por unos paños de finísimo tejido mágico que un viajero goblin había traído de Tanaris, al sur.

Los goblins son unos timadores de cuidado: son muy hábiles regateando, y aún más hábiles inflando los precios. A regañadientes le pagé la última cifra que me pidió, aunque, en cuanto se descuidó, le robé su monedero. Se lo merecía: nadie intenta timar a un pícaro.

De repente, se oyó un alboroto en la entrada principal de la ciudad. Un guardia entró corriendo a toda velocidad con la cara desencajada por el terror. Nadie logró hacerle decir de qué huía, pues estaba en estado de shock. No tardaríamos en saberlo.

Un estruendo, como si algo muy pesado cayera al suelo. Otro estruendo. Otro más, cada vez más cerca. Todos los presentes miramos hacia la puerta de la ciudad, que de repente estalló, lanzando enormes trozos de piedra en todas las direcciones.

El umbral de Orgrimmar acababa de ser atravesado por el ser más poderoso que había visto jamás. Muchas son las leyendas que hablan de los suyos, a quienes se les llama "los Maestros". Se cuenta que, ocasionalmente, prestan su ilimitado poder a alguno de los bandos mortales en la guerra.

Gallium era su nombre. Medía unos 20 codos de altura, y sus brazos y piernas eran gruesos como columnas. Vestía una elaborada armadura de cuero con motivos de cráneos, unas hombreras de huesos de dragón y una capucha bajo la que asomaban unos fulgurantes ojos amarillos, pero no portaba armas: no las necesitaba. Su poder residía en su mente. Y esta vez, el Maestro estaba favoreciendo a la Alianza.



Gallium caminó lentamente por la plaza principal, haciendo retumbar el suelo a cada paso, sin prestar atención a los guerreros y guardias que se empezaban a agrupar a su alrededor, preparados para iniciar el ataque. Gallium se detuvo frente al banco, momento en el que empezó el ataque.



Las flechas rebotaban en su piel, las espadas se mellaban al contacto con el Maestro. A pesar de que todos atacaban desde distintos ángulos, nadie podía herirlo. Yo intenté lanzarme sobre su cabeza arrojándome desde un edificio cercano y clavar mis dagas en su nuca. Las dagas se deshicieron como si fueran de arena al rozar la piel de su cuello, y una fuerza invisible me empujó hacia atrás, devolviéndome dolorosamente al tejado del edificio desde el que había saltado.

Entonces, Gallium levantó una mano y, al hacerlo, todos cuantos estaban en el radio inmediato de acción del Maestro cayeron fulminados al instante. Los supervivientes depusieron sus armas, mientras Gallium esbozaba una sonrisa malévola.



A continuación, retomó su lento e inexorable caminar, esta vez en dirección a la sala del trono de Thrall. El gigante marchaba sin prisa, pero sus zancadas eran tan anchas que no tardó en alcanzar su objetivo. Descendí con cuidado del edificio en el que me encontraba, invoqué una montura y cabalgué tras él.



Pude llegar a tiempo para ver cómo irrumpía en la sala del trono, apartando a los guardias de una patada y encarándose con Thrall. Éste aferró su hacha y embistió contra las espinillas del Maestro, pero Gallium volvió a elevar las manos y el poderoso Jefe de Guerra cayó muerto antes de poder golpear a su objetivo.



No contento con esto, Gallium alzó un gigantesco pie y lo posó sobre el cuerpo de Thrall, machacando sus huesos y órganos como quien aplasta un insecto.



Y sin mediar palabra, Gallium se desvaneció, dejando tras de sí únicamente un silencio de ultratumba. Pronto empezaron los guerreros a acercarse al cadáver de Thrall, en silencio y con los yelmos en las manos, hasta que alguien gritó "¡Nooooo!" y rompió a llorar. Nadie podía creerlo. Después de haber burlado a la muerte en tantas ocasiones, Thrall había caído ante el enemigo más poderoso, y ni siquiera había podido hacerle un rasguño.


* * *

Para los jugones: El resto de imágenes de aquella aventura se puede ver en el siguiente enlace: http://s354.photobucket.com/albums/r436/F_Tido/WoW/Especial



Hoy, en El Dedo en la Daga, presentamos a una misteriosa elfa que ¡sabe hablar alemán!

Se encontraba en la ciudad de Shattrath en el parche 3.2.2a. Traducción de lo que dice: "Un mago... Así que quieres aprender a usar la magia de portales, ¿verdad?". Lo más gracioso es que mi personaje NO es un mago, así que no podría aprender a usar esa magia aunque quisiera.

Se llama Mi'irku Pasolejano, pero yo prefiero llamarla "Once". Rimshot.

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